A daima la sacan de su país engañada, y vive una experiencia horrible e inolvidable.
Daima llegó al mundo en una pequeña cabaña de su poblado. Hoy, diecisiete años después, llega como cada día de lavar la ropa de su familia, pero no todo estaba como de costumbre. Había un coche aparcado delante de su puerta. Ella se acercó, con un poco de miedo ya que no era normal ver coches rondando por allí. Dentro de éste, se encontraba un hombre trajeado de muy buen ver. En cuanto vió a Daima, se presentó. El hombre se llamaba Martín. Venía de España para cojer a chicas jovenes y darles un mejor futuro en su país. Esa misma noche, Martín cenó con los padres de Daima. Estos, dijeron que Daima iría con él, y cuando ganara dinero volvería al poblado con ellos.
Daima contaba los días que faltaban para marcharse, ya que pensaba que sería una gran oportunidad para sacar a su familia a delante. Poco a poco, llegó el día de su marcha a España. Cuando llegó al aeropuerto, quedó fascinada. Ella nunca había salido de su poblado, y ver allí unos enormes aparatos parecidos a los pájaros le impactó mucho. Se subió en uno de esos mastodontes y comenzó el vuelo. La alegría y la emoción la embargaron por completo, ¡iba a trebajar en España!
Cuando llegó, un coche lujoso y grande los esperaba en la puerta. Subió, y comenzó su viaje por las calles de Barcelona. Martín le explicaba todo lo referente a la ciudad, y a lo que se dedicaría. Tendría que limpiar en la casa de su familia, ayudando con los niños y de más cosas. A cambio, ellos le darían cobijo, comida y ropa. A Daima le gustó la idea, ya que es lo que hacía siempre en su casa. Muy contenta, bajó del coche y se adentró en la casa, pero aquel local no era el hogar que ella esperaba. Unas veinte chicas de su misma edad rondaban arriba y abajo en ropa interior, insinuándose a los hombres que tenían la mano llena de billetes. Al ver esto, Daima se puso a llorar. Sabía lo que le esperaba, ya lo había sentido de otras personas. Martín se transformó, le dió un increíble golpe y la obligó a entrar en una habitación y a cambiarse de ropa. Cada noche el infierno la visitaba, apoderándose de cada centímetro de su cuerpo a cambio de dinero para el jefe. Se sentía desgraciada. Quería hacer algo por ella y las otras veinte chicas que se encontraban en la misma situación que ella, pero no se le ocurría nada. Aquella misma noche, mientras estaba en su habitación llorando, entró una chica. Se llamaba Arkida, y era albanesa. La chica sintió el llanto de Daima y fue a consolarla. Estubieron hablando durante toda la noche, e hicieron un plan. Mientras atendieran a los clientes, les robarían la cartera. Luego, por la noche, se escaparían e irían como fuera a la policía.
Consiguió hacer un plan con una amiga para escapar de esa cárcel.
Al día siguiente, pusieron el plan en marcha. Daima robó la cartera de Juan Antonio Domínguez Romero, y Arkida el de José Otruño Martínez. Cuando todos dormían, salieron por la puerta trasera. Lamaron a un taxi y le rogaron al conductor que las llevara a la comisaría más cercana. Muertas de miedo, bajaron del taxi dispuestas a hablar con un policía, pero al llegar no habían. Martín y los señres de las carteras las esperaban en la puerta con cara de malas pulgas. Ellas echaron a correr desesperadamente. Llegaron a un portal abierto, y se metieron dentro. Picaron a un timbre. Era una señora mayor, muy castigada ya, que dormía hasta que llegaron. La viejecita, a pesar de el sueño que embargaba sus demarcados ojos, las escuchó. Muy afectada por la historia, las dejó pasar y les dió comida. Desde allí, llamaron a la policía para denunciar a Martín y a los demás.
Una viejecita amable les salvó la vida.
Daima y Arkida hablaban de la pena que les daba volver a su país sin dinero para su família, ya que es lo que habían prometido tras su marcha. Carmen, que así se llamaba la mujer, las escuchó. Ella ya estaba muy mayor para hacer las cosas de casa, así que les pidió que se quedaran con ella y la ayudaran hasta el final de sus días. Ellas aceptaron encantadas.
Carmen las contrató legalmente, por la tanto les hizo papeles. Ellas cumplieron con su trato, y la cuidaron lo mejor que sabían. El día que falleció Carmen, Daima y Arkida volvieron a su país con dinero en sus bolsillos para la família. Las demás chicas del club también regresaron a sus casas, contentas de ser libres otra vez. Y Martín y sus empleados, siguen en la cárcel por secuetro y abuso.
Daima i Arkida aprendieron que todo tiene solución si tienes esperanza, y cómo no, que dos cabezas piensan más que una.
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